Descripción
Este proyecto parte de la intención de hacer reír, y pronto es obstruido por algo que desconozco, algo que daña y algo que desordena. Así, surge este trabajo: un intento (no sé si fallido pues no depende totalmente de mí el éxito de mis chistes) de producir carcajadas y de pensarlas, un propósito que se desborda antes de comenzar a efectuarlo. Y, en el vasto reguero que deja el contenido de algo que fue muy pequeño para contenerlo, hay cómicos encuentros con el lenguaje, con las expresiones idiomáticas que refieren a la mierda, y con la palabra estropear.
Por su naturaleza escrita, los juegos de palabras son el motor creativo del proceso. Por un lado, el maravilloso verbo “estropear” , onomatopéyico y tautológico, que tras esa “té” entromete una “ere” que destruye lo grácil que es su primera sílaba, engendra un sustantivo “el estrope”. Y, aunque no sea muy claro a que refiere, propone preguntarse por los modos en los que las cosas son nombradas; y entonces, el problema del paraguas emerge ¿por qué un paraguas roto se sigue llamando paraguas si ya no para el agua? También, ese entendimiento literal de las palabras lleva a preguntarse por la traducción, las que se hacen con gracia, o sea bien hechas, y las que son graciosas: esas que fallan y que en su incoherencia hacen reír, o las que proyectan imágenes por la forma literal de comprender el idioma. Hablar mierda y el hablador que lo hace.
Casi todo esto es afluente del borrador de un nuevo estropeado y torpe modo de emplear la lengua, de fonemas impronunciables, una forma literal de señalar las cosas y redundante en su gramática que redunda.