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Hoy, son muchos los puntos de vista y posiciones en torno al acompañamiento espiritual (AE). Algunos se han quedado un poco atrás y siguen utilizando un método y una forma de dirigir a la otra persona en su búsqueda de Dios. Otras corrientes más actuales ponen el acento en la ayuda que se puede ofrecer desde una posición más neutral para que la persona pueda profundizar en su vida espiritual. Hacia esta última se centrará nuestra atención.
En este artículo nos apoyaremos en tres puntos: a) lo que Ignacio de Loyola ha contribuido para el acompañamiento espiritual, sobre todo desde los Ejercicios espirituales, resaltando la actualidad de su experiencia; b) el aporte al acompañamiento espiritual de la teoría de CarL Rogers y Robert Carkhuff, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre los dos que intervienen en el proceso de ayuda (ambos métodos, nacidos en la psicología como instrumentos terapéuticos, fueron posteriormente adaptados a otras situaciones, como los campos de la educación, la pastoral y el acompañamiento espiritual), y la sistematización que hizo de dichas teorías Giordano Bruno; c) el poner a dialogar los dos puntos anteriores para de ahí ir delimitando pistas para un acompañamiento espiritual hoy.
Creemos que el modelo ignaciano puede enriquecer los aportes de la psicología moderna y al revés, en lo que respecta al crecimiento personal y al papel del facilitador de un proceso. Por tanto, nos apoyaremos en lo que hemos recogido y aprendido de Ignacio y lo que aporta el modelo de relación de ayuda para el acompañamiento espiritual, centrándonos sobre todo en la sistematización e interpretación que de la teoría de CarL Rogers y Robert Carkhuff ha elaborado para el campo espiritual Giordano Bruno. Creemos que la mayor aportación de la psicología a esta forma de ayuda espiritual lo representa lo que se ha dado en llamar Relación de ayuda. Casi todos los autores que en los últimos años hablan del acompañamiento espiritual lo tienen como referencia.