Enseñar y aprender han sido inveteradamente dos actos del proceso de la educación aparentemente vinculados entre sí a través de la institución llamada escuela. Y digo aparentemente porque un alto porcentaje de mexicanos que son enseñados en las escuelas de nuestro país, en realidad no aprenden lo que supuestamente deberían aprender. Aunque pensándolo bien, a lo mejor aprenden otro tipo de conocimientos, actitudes y destrezas que no merecen el calificativo de aprendizaje según los cánones de la SEP. Sin embargo, considerándolo de otra manera, uno podría preguntarse si efectivamente le importa a la sociedad y a la escuela que los estudiantes aprendan. A lo mejor se trata solamente de cumplir con un rito: si cumpliste seis años a la escuela debes ir. Algo así como hacer la presentación del niño a los cuarenta días de nacido, porque así es la costumbre. O realizar la fiesta de quince años, porque si no ¿qué va a decir la gente? O a lo mejor se trata de probar ¿por qué no? La eficacia de un mito: que si vas a la escuela obtienes un diploma, y si obtienes un diploma conseguirás un empleo, y si aprendes buenas costumbres te ascenderán en la empresa y serás un ciudadano respetable con dinero, automóvil y tarjeta de crédito.