La educación de la juventud, según el Concilio Vaticano II, identifica una de las tareas fundamentales del mundo actual. De ello depende su presente y su futuro. En este escenario la universidad juega un rol insustituible y cuando el reto se asume con criterios cristianos, la universidad propone a sus destinatarios el más alto paradigma humano: la opción por Jesús de Nazaret. En este orden de ideas el discipulado de Jesús no constituye una propuesta más sino la oportunidadefectiva para ser constructores de una nueva sociedad, a partir del servicio y la entrega desinteresada por el bien de los semejantes.