La teología debe dar cuenta del cristianismo como religión vital, argumentando la urgencia de la superación de toda forma de violencia y suscitando una praxis al servicio de la vida y de la no violencia. El artículo aborda el quehacer teológico como ejercicio argumentativo a partir de las situaciones de violencia y de muerte que caracterizan a muchos pueblos en la actualidad, insiste en que una teología atenta a dichos contextos y pertinente, hoy, ha de erigirse como un discurso de fe fundamentado en el Dios viviente, revelado decisivamente en Jesucristo y generador y preservador de la vida.