Descripción
La noción de bien común se halla en un escenario dramático. No tanto por su desconocimiento
y ausencia, sino todo lo contrario: está presente en diversos programas éticos y en la
justificación teórica de la organización política mayoritaria. Sin embargo, la forma extrema
como el discurso y la práctica productiva dominantes la han puesto a su servicio para legitimar
la estrategia del mercado global genera el problema de su deformación, en cuanto la esencia
polivalente del bien común queda reducida a la versión monovalente del bienestar general
entendido como subproducto del movimiento apreciador del capital. De este modo, la tensión
entre las demandas de universalidad, necesariedad y permanencia, que generan los principios
normativos y regulativos sociales respecto a las situaciones particulares que cada grupo
humano organizado enfrenta, es disuelta en una totalidad autorreferencial del capital vuelto de
manera persistente sobre sí mismo. En medio de esta contienda entre los proyectos totalizadores legitimadores de la propiedad privada o de la propiedad pública, imposibles de llevar a cabo sin las regulaciones estatales, lo común logra su reproducción en contravía, porque se niega a ser eliminado. Este desafío constante marca la primera dimensión del bien común libertario, o su carácter emancipativo, que lo opone a la universalidad normativa del mercado neoliberal y del mercado estatizado, conjuntamente. De igual, modo la estrategia apropiadora de lo común, así como su impulso heurístico para producirse como acontecimiento, son las condiciones de posibilidad de su permanencia y recreación,
distinguiéndose por tanto como bien común polivalente.