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Muchos de los acontecimientos trágicos de última hora, empezando por la destrucción de las torres gemelas de Nueva York, tienen, o pretenden tener, una significación religiosa y gran parte de la violencia que se enseñorea del mundo obedece a presuntos llamados a defender los intereses de la fe. Lo anterior responde a posiciones fundamentalistas que postulan muchos como imperativos de conciencia, la destrucción o el castigo del otro, que es el infiel. Después del 11 de septiembre del 2001, el problema ha saltado a primerísimos lugares en la opinión pública que se pregunta el por qué de semejante situación tan absurda. Al volver a los orígenes de las religiones cristiana e islámica, se ve que existe en ellas un llamado, no a la guerra, sino a la paz. Entonces ¿por qué y cómo surgió, dentro del islam y del cristianismo, el concepto y la realidad de la llamada guerra santa? Con todo lo que de sugerente a la imaginación tiene el fenómeno de la cruzada para rescatar los santos lugares de la dominación musulmana, se concluye que ni las guerras de cristianos, ni las guerras religiosas del islam pueden llamarse guerras santas.