En sus diálogos sobre la religión natural, David Hume describe el problema a tratar, la existencia de Dios, con cuatro adjetivos: obvio e importante, oscuro e incierto. En términos generales el autor califica el asunto como obvio pues es un problema recogido y tratado en todo momento histórico; importante pues es el más firme soporte de la sociedad; oscuro pues todavía es capaz de suscitar las más arduas discusiones y por último, incierto porque a pesar de estas discusiones y de muchas investigaciones todavía se termina en medio de vacilaciones y contradicciones. No de otra manera podría yo calificar, el tema da la educación.
Efectivamente es un tema obvio e importante en el que prácticamente cualquiera tiene algo que decir y sobre el que todo el mundo quiere opinar; es punto obligado de toda agenda política y por supuesto, no hacen falta los que en toda conversación atribuyen a la falta de educación la causa de los males de nuestra sociedad. Y a pesar de todo, el tema no deja de resultar oscuro e incierto. La educación es el centro de constantes enfrentamientos, en ella se envuelven todo tipo de intereses de orden social, económico y especialmente político, y a todas estas, todavía no es fácil aventurarse a hacer predicciones y ni siquiera emitir un juicio fundado al respecto.
Ahora bien, no debe sorprendernos el que el tema de la educación no haga parte del currículum de las facultades de derecho. Tampoco se pretende que así sea. Lo que sí nos debe llamar la atención es que este tema, mientras que es el centro de los más duros debates en la sociedad, ni siquiera sea traído a cuento como tema de discusión entre quienes se forman para ser abogados y defender ciertos intereses sociales, o para quienes en un futuro aspiran a ser asesores en asuntos de política pública.
Al igual que la salud, la seguridad social, los servicios públicos domiciliarios y el mismo derecho financiero, la educación aún puede abrirse un espacio de discusión -así sea como tema accesorio a los temas de hacienda pública, de derechos constitucionales fundamentales e incluso de teoría jurídica- en la academia y en el caso que me compete, en las facultades de derecho. ¿Por qué esperar entonces a que tal asunto nos toque en la vida profesional para poder decir con propiedad algo al respecto?
Este trabajo de grado es un intento de abordar jurídicamente asuntos relacionados con la educación y especialmente con el derecho fundamental y se espera que este intento, de alguna manera, deje abierto el espacio de discusión que estas cuestiones merecen.