En la reflexión agustiniana, el análisis del tiempo deriva de su condición misma de creatura; por esta razón, el tiempo resulta ser como es, es decir, resulta tener esa precariedad ontológica que comparte con todo lo creado. Cuando preguntamos por el tiempo, descubrimos que esta realidad no es algo más que nuestro entendimiento pueda abordar a la manera como se toma un objeto desconocido, sino que esta noción se nos revela como una dimensión de nuestro ser. En presente artículo propongo una clave de interpretación del libro XI de Confesiones en el cual muestro la importancia de presentar el sentido de la existencia temporal de cara al Creador eterno, así como propongo una interpretación de la dimensión doble, positiva y negativa, de la distentio animi.