Una de las grandes lagunas que ofrece la historiografía jesuítica casanareña es la que se abre con el siglo XVIII. Resulta llamativo que el historiador Juan Rivero, que llegó a la Provincia de Santafé en 1705 y que conoció personalmente a algunos de los protagonistas de las misiones llaneras, no haya consignado ni una sola palabra en sus escritos sobre esta época.