El Japón de Posguerra se esgrime como un país complejo y de trascendencia dentro del Sistema Internacional, la transición obligada de potencia imperialista a nación derrotada - tras su rendición en la Segunda Guerra Mundial - supuso grandes desafíos que estarían enmarcados por grandes impactos en la identidad del archipiélago con propósitos de sobreponerse a una compleja coyuntura mundial que tendía a radicales mutaciones y que se agravaba por las secuelas que había traído la guerra al país. El inicio de la Guerra Fría, el desarrollo de la Guerra del Golfo y los ataques terroristas del 11 Septiembre, denotaron grandes eventualidades a nivel de seguridad que exigían a Japón un rol activo en este campo que se veía frustrado por su condición 'pacífica' estipulada en el Artículo 9 de su Constitución Política y la dependencia representada en la alianza de seguridad con Estados Unidos que en ocasiones tendía a la inestabilidad. Modelos como la Doctrina Yoshida, fueron claves dentro del resurgimiento japonés a partir de su concentración económica, pero dejaban mucho que desear en el espectro de seguridad y defensa en el que relegaban esta responsabilidad a Estados Unidos, un escenario que generaba incertidumbre alrededor del rol japonés en este ámbito. La llegada del populismo a Japón implicaría un cambio de este proceder reflejado en el escenario internacional, el relevo de un líder de las características de Koizumi llevaría a la transformación de la identidad japonesa a nivel internacional a partir de profundos cambios a nivel interno y una idea diferente de nación, confeccionada a partir de un marco de toma de decisiones permeado por la inédita línea populista que Koizumi estaba trayendo al país, desafiando el status quo político que hasta entonces no había presentado mayor alteración en el proceder internacional del país posterior a la Segunda Guerra Mundial, cimentando así una nueva línea política para los siguientes primeros ministros japoneses, destacando el accionar de Shinzo Abe como su sucesor.