La anexión de la península de Crimea, en marzo de 2014, es el caso que mejor refleja la habilidad y disposición de la Federación Rusa de Vladimir Putin para desafiar el orden internacional establecido tras la Guerra Fría. Este acontecimiento fue decisivo en la estrategia emprendida por Moscú desde los años 2000 para reimperializar la zona postsoviética. El presente trabajo propone estudiar este caso desde el concepto del “compatriota”, una forma de propaganda construida por Rusia que evoca una identidad común entre la diáspora rusa y Moscú, y que fue instrumentalizada como una herramienta de la política exterior neoimperial de Putin.