Este ensayo muestra cómo Hegel se opuso a una enseñanza puramente erudita de la filosofía en los gimnasios y universidades, y esboza su propuesta de enseñarla como ciencia, como un saber riguroso y sistemático de conceptos por medio del cual el alma humana se eleva a lo universal. El hombre sólo es lo que es, y sólo podrá llegar a ser lo que desea ser, por medio de la educación como un “segundo nacimiento” al reino del espíritu. La enseñanza de la filosofía no puede quedarse sólo en el estudio de los productos históricos del filosofar, debe familiarizarse con las artes, las ciencias y la religión propia, porque en ellas empezamos a participar de esa sustancia espiritual sin la cual el pensar conceptual queda reducido a mero razonar sofístico.