Este artículo analiza someramente la forma como tres modelos contemporáneos de terapia sistémica explican el rol del terapeuta en el cambio que se activa en el proceso de ayuda. Se toman como referentes principales la relación de poder inherente a la terapia, el saber del terapeuta y su estilo directivo o simétrico con respecto a los consultantes. Se propone la opción de que el terapeuta asuma una postura de “paramodernidad” para trascender los dilemas que le plantea su función y admita que sus preferencias teóricas deben guiarse por el imperativo ético de generar un contexto donde los consultantes logren ampliar su margen de libertad, limitado por los síntomas y los conflictos interpersonales que constituyen los motivos de consulta.