Desde los discursos oficiales para 2006 se anunciaba que el paramilitarismo había desaparecido tras finalizado el proceso de Desarme, Desmovilización y Reintegración. A pesar de esto, en los años posteriores, expresiones de violencia perpetrada por mandos medios paramilitares no desmovilizados o reincidentes comenzaron a ser evidentes en las mismas zonas de presencia paramilitar. Desde los diferentes actores políticos, por un lado, se interpretaba como una reactivación del fenómeno, mientras que por otro se negaba su naturaleza política y se reducían a grupos de crimen organizado. Esto lleva a una discusión abierta por entender el fenómeno, de la cual esta investigación contribuye a partir de la pregunta de: ¿En qué consiste el fenómeno del neoparamilitarismo y cómo se relaciona con los procesos de paz y reformistas en Colombia, entre el 2008 y 2020? Se encuentra que los grupos neoparamilitares son actores con objetivos a corto plazo, sin proyectos nacionales, con una relación más sutil con los poderes locales y nula con el Estado central. Es un fenómeno más atomizado, con menores capacidades militares que antes y sobre todo con lógicas criminales que priman sobre las lógicas contra-insurgentes. Asimismo, el neoparamilitarismo está profundamente asociado y se aprovecha de la construcción diferenciada del Estado colombiano, además de ser funcional a élites ilegales para quienes los procesos reformistas, de paz y provenientes desde la gubernamentalidad central generan una amenaza para los equilibrios de poder locales y favorables para la acumulación de renta ilegal que han creado. Todo lo esto podría explicar en parte el repunte de violencia de las últimas décadas a pesar de dos grandes procesos de desmovilización (el paramilitar y el de las Farc) debido en parte a la oposición y sabotaje ilegal por parte de los grupos neoparamilitares a las reformas como la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras y el Acuerdo de la Habana.