El movimiento político de Oriente y de Occidente abre nuevos espacios a las resignificaciones culturales y religiosas. Y el cambio de paradigmas del conocimiento y del lenguaje en Occidente abre nuevos espacios a la legitimación del creer. En esas nuevas dimensiones los grandes valores de las religiones vuelven a insinuarse como factor de humanidad y de civilidad entre pueblos y culturas. El deber permanente de legitimación del creer es, además, factor de renovación permanente de las religiones históricas.