El hombre, parado en la mitad de la plaza, supo que la muerte estaba próxima. No una muerte tranquila y procesual como la de ciertos ancianos, sino una muerte tortuosa y fulminante, como esa que sorprende a ciertos seres infinitamente clandestinos. Sin embargo, no pronunció palabra alguna y se limitó a contemplar ciertos recuerdos, con una añoranza un poco ajena al momento.