Este texto forma parte de una constatación: ni los aportes conceptuales posicionados por la teoría feminista ni el activismo político desplegado a lo largo de casi 200 años han logrado desmontar el imaginario colectivo que explica las diferencias individuales –no sólo de género sino también de etnia, edad e incluso estatus económico– a partir de un esquema jerárquico. Desde la perspectiva de los estudios culturales, este texto propone una revisión de estos marcos de interpretación y explora algunas pistas que permitirían pensar modelos de convivencia incluyentes y democráticos.