Pensar va más allá de una capacidad para poder competir con los demás. La vida intelectual no debe quedar reducida a una pedagogía extractivista, donde se extrae nuestra vida desde el rendimiento y la prisa, como si las cosas existieran para ser rebasadas. En la actualidad, los que queremos dedicar tiempo y espacio para poder pensar, nos arrebata la vida al estar haciendo algo, pero esa rapidez indica solamente un pensar mínimo, el impulso emancipador que tiene el pensar queda simplificado a una técnica competitiva que va sofocando el sentido y la fuerza de nuestra libertad, para poder comprometernos e implicarnos con honestidad necesitamos estar atentos a las problemáticas de la realidad.