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En el siglo XVI se produce la revolución mundial más importante que ha tenido la humanidad. Es el encuentro de dos mundos, que inevitablemente dio un nuevo sentido a la vida y a la cultura universal, a tal grado que en los primeros 25 años de contacto, las relaciones internas y las internacionales cambiaron para siempre la cultura en todos los países del Nuevo Mundo y le dieron una nueva dimensión a Europa. Es también el encuentro con el lejano oriente, la entrada en África, la navegación, la circunvalación de la tierra, la difusión de la pólvora y el libro impreso que dimensiona hacia ámbitos nunca vistos las posibilidades de la palabra. En religión, los marcos teológicos se mueven a grandes pasos en la búsqueda de nuevas respuestas; todo se pone en efervescencia. El mundo fue otro; se duplicó y las posibilidades fueron tan infinitas como el horizonte vencido de los mares.
La lengua de los castellanos cobra una dimensión inusitada y la interacción y capacidad asimilativa, con el aporte de los diferentes romances de la península, pasa a ser el español. Llamado así oficialmente desde la época de Carlos V. Y es ese español el que predomina entre finales del siglo XV y comienzos del XVI. Es la lengua de los grandes acontecimientos que transformaron al mundo y uno de los principales protagonistas de esta hazaña, la ampliación a límites inimaginables del castellano, ya como lengua española, es un hombre venido de fuera del territorio de Castilla, ni siquiera fue esa su primera lengua. Colón fue un hablante de español y no de castellano. "... el español no era su lengua materna, sino un idioma aprendido", dice Menéndez Pidal.
Para comprender el español de Nicaragua y las causas que lo hacen posible, con sus características especiales, es fundamental comprender el estado del castellano antes del contacto con el Nuevo Mundo. Es necesario dejar establecido el espíritu castellano, la lengua que hablaban esos castellanos y cómo la manejaban, tratando de establecer cuál fue su norma inicial y cuál el posible español que se trasladó a Nicaragua. La participación andaluza, la unidad del español en su recorrido hacia Nicaragua, la asimilación de las lenguas indígenas. El papel de la consolidación de las ciudades de Nicaragua y, sobre todo, quiénes eran y de qué lugares de España llegaron los primeros pobladores que vinieron a Nicaragua. Esos son los temas claves de este trabajo que significan un aporte definitivo al estudio de la lengua nacional, con sus encuentros y desencuentros, con su consolidación como lengua española, profundamente emparentada con el dialecto castellano andaluz, pero que adquiere sus propias características desde los primeros momentos de establecida en Nicaragua.
Este español, luego tomó su propio desarrollo y se conservó en los sectores medios y altos de las grandes ciudades, hasta convertirse en el habla tradicional de Nicaragua.
Se impone como necesario anotar que en Nicaragua, posiblemente desde mediados del siglo XVI, ya se hablaba un hispanonáhual que sucumbió, por diferentes razones, a mediados del siglo XIX. Cuya esencia permanece entre los sectores rurales y semirurales de la población. Este estudio llega a la frontera de esa lengua de la colonia que tuvo como máxima expresión representativa: El Güegüense.
Este trabajo está hecho para Nicaragua, porque, aunque las formas de conquista hayan sido similares en toda América, la de Nicaragua tiene aspectos especiales. Las características que se dan en este territorio, tal como lo plantea Pablo Antonio Cuadra: Nicaragua es centro y convergencia, dualidad, alter ego, desde antes de la llegada de los españoles y lo siguió siendo con la llegada de los mismos españoles que bajaron de México para establecer de nuevo aquí sus límites. No pudieron evitar el destino que, como pueblo, nos ha tocado jugar. Luego desde aquí se partió hacia el sur, a la conquista del Perú, y otros puntos de América. Esa condición se continúa repitiendo, aunque en otros términos, ahora, en la era moderna, fue con el renovado vigor que tomó la lengua con el ímpetu poético de Rubén Darío.