Descripción
La política es la mediación ideal para poder implantar la justicia y el derecho. No obstante, los obstáculos que ésta muestra por los grandes déficits en la historia de nuestros pueblos. El autor hace una síntesis explicativa de la relación que se establece entre ambos ámbitos de realidad. Se necesita una política que integre una cultura de la vida, pero también una cultura que haga posible que la política sea incluyente, dinamizadora de la participación ciudadana que escuche el grito de la creación. El autor plantea lo siguiente: “La centralidad de la vida, el biocentrísmo, no va a ser defendida por potencias hegemónicas e instituciones centralizadoras. Podemos imaginar un policentrismo político, según el principio de la subsidiaridad articulada, más allá del Estado nacional y más acá de una dictadura mundial. Necesitamos fortalecer el Eros para poner en marcha la lucha por la centralidad de la vida para todos/as, no a costa de la naturaleza, sino en armonía con ella y a partir del pobre. Al articular los principios de la subsidiariedad y de la solidaridad con la centralidad de la vida para todos, bajo el control riguroso y permanente de la sociedad civil, la política puede asumir el papel de facilitadora, reguladora -sobre la base de la ley y el monopolio del uso legítimo de la fuerza- y constructora de la convivencia entre culturas y naturaleza. Hoy, la meta de la política -nacional y planetaria al mismo tiempo- es la articulación del equilibrio ecológico del planeta Tierra con el equilibrio social-cultural de Estados y Naciones”.