Descripción
Como un pequeño homenaje al martirio de Ignacio Ellacuria, nuestros otros cinco amigos y compañeros asesinados el 16 de noviembre de 1989 junto con Elba y Celina Ramos en la Universidad Centroamericana de El Salvador, publicamos este discurso que pronunció Ignacio Ellacuria al recibir el premio Alfonso Comín unos días antes de su martirio. Este ha sido su testamento. Su utopía y su canto del cisne, la civilización del trabajo, que hoy tiene cada vez más vigencia ante las recurrentes crisis del capitalismo. Su testimonio como cristiano académico y presbítero, así como su compromiso que le llevó a abrazar la cruz de Jesús y a cargarla, se convierte en recuerdo y memoria histórica de los mártires latinoamericanos y latinoamericanas que se apropiaron del anuncio de la buena noticia del reinado de Dios. Las palabras de Ignacio retumban hoy: “No son pocos los hombres y mujeres de ayer y de hoy que estarían de acuerdo con esta propuesta general de sustituir una civilización del capital por una civilización del trabajo, lo cual no consiste en la aniquilación del capital y de sus dinamismos sino en la sustitución de su primacía actual, tanto en los países capitalistas como en los países socialistas, por la primacía del trabajo. Quizá fue esta una de las tesis fundamentales de Alfonso Comín tanto desde su perspectiva cristiana, desde su acendrada fe cristiana como desde su perspectiva marxista. La fe cristiana es irreconciliable con una civilización del capital, afirmación en la que puede centrarse el núcleo teológico de la Laborem exercens de Juan Pablo II y sospecho que también es irreconciliable con los postulados marxistas más allá de la negación de la acumulación privada del capital. El haberlo visto así, hizo de Comín y de su pensamiento, un preanuncio y un desafío teórico y práctico”.