Descripción
La sociedad red global está configurando un nuevo modelo de humanidad, los rasgos posmodernos del rescate de la libertad individual, la gratificación inmediata, el compromiso de corto plazo, la revolución del individualismo se hace sentir con mucha fuerza. En un mundo globalizado, complejo y con graves problemas de violencia, pobreza, miseria, exclusión, crimen organizado, etc., el autor hace una preciosa reflexión sobre las comunidades de solidaridad, su importancia y la propuesta de vivir la solidaridad en un mundo insolidario: “El término comunidades de solidaridad ha aparecido en general en textos marginales de la literatura altermundista. En 1995 la Congregación XXXIV de la Compañía de Jesús recogió el término y lo ligó con los esfuerzos que, desde la fe, debemos hacer para transformar el mundo en que vivimos. En el decreto dedicado a “nuestra misión y la justicia” se menciona tres veces. La primera vez afirmando que “la plena liberación humana, para el pobre y para todos nosotros, se basa en el desarrollo de comunidades de solidaridad, tanto de rango popular y no gubernamental como de nivel político, donde todos podamos colaborar en orden a conseguir un desarrollo plenamente humano”. Tras ésta declaración sobre la importancia de este tipo de comunidad se exhorta a crearlas: “En cada uno de nuestros diversos campos apostólicos debemos crear comunidades de solidaridad en búsqueda de la justicia”. Y finalmente, haciendo una relectura de los criterios apostólicos ignacianos de mayor necesidad, mayor fruto y bien más universal, afirma que, “el criterio de mayor fruto (apunta) a los ministerios que puedan ser más eficaces para crear comunidades de solidaridad”.