El autor nos recuerda las raíces y lo específico de la identidad cristiana en el quehacer de la política. Hace un análisis amplio sobre la praxis política recuperando el aporte cristiano, también su actitud profética y utópica en el ejercicio de la política: “Históricamente el aporte del cristianismo a la política se enraíza en una doble dimensión: La libertad personal que llama a tomar decisiones que transforman la vida individual y la relación con los demás, y la esperanza en un Reino de amor, justicia y paz. La conversión al cristianismo impulsa decisiones que tienen siempre el doble contenido personal y social. La conversión es siempre una llamada a la decisión libre por la que uno elige un camino concreto. Los evangelios están llenos de llamadas que exigen cambio en la vida y orientación vital diferente. El seguimiento del Señor es siempre cuestión de llamada y de decisión libre de responder a la misma. Pero exige siempre un seguimiento que tiene entre sus proclamas la Bienaventuranzas y la opción preferencial por los pobres”.