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Es tanto lo que se ha dicho y escrito a lo largo de los siglos y particularmente en las últimas décadas del siglo XX, sobre el Dios de Jesús (siempre en masculino), que se hace inevitable la pregunta por la utilidad y pertinencia de esta reflexión. Sin embargo, además de tratarse de una cuestión nunca cerrada, sino abierta siempre hacia el futuro, en estos momentos de búsquedas y recomposiciones simbólicas, es definitivamente necesario que ampliemos el horizonte de nuestras miradas, sobre la experiencia de Dios, que se nos muestra en Jesús, el maestro de Galilea.
El presente trabajo se inscribe en esa búsqueda: quiere recoger sensibilidades y demandas actuales, especialmente la mirada de género; quiere igualmente señalar nuevas pistas que nos ayuden a bucear en aguas queridas y conocidas en nuestra tradición, para encontrar nuevos parajes que alberguen, cómoda y amorosamente, a la mujer y al hombre de este nuevo milenio que iniciamos.
Dios es una realidad que interroga hoy: sus imágenes son contestadas desde distintas búsquedas y miradas, sin que ello suponga en ningún momento indiferencia o desinterés generalizado, ni tampoco ateísmo militante como en otros momentos. Hoy, más que hace unas décadas, Dios vuelve a jugar entre los hombres y mujeres, entre los y las jóvenes... la pregunta por el sentido de la vida, en un mundo envuelto en oscuridades y tensiones de todo tipo, le da significación a los múltiples caminos espirituales, que recuperan y suman lo más valioso de distintas tradiciones, sin que necesariamente esos caminos pasen por las instituciones a las que de alguna manera han pertenecido. En el horizonte de esos caminos espirituales, la realidad que llamamos Dios hace presencia de diferentes formas y en diferentes rostros.
Este artículo nos amplía el horizonte sobre la experiencia de Dios que se nos muestra en Jesús, el maestro de Galilea.