El autor pone de relieve la paradoja de la crisis religiosa y la efervescencia de la espiritualidad. Hay cambios religiosos profundos, crisis de algunas formas específicas de expresiones de las religiones. No obstante, ésta es una ocasión para que emerja una espiritualidad cristiana rejuvenecida, remozada y revitalizada con todas estas grandes transformaciones: “Así como la crisis de la cristiandad no era una crisis del cristianismo sino sólo la crisis de una de sus formas, igualmente, la crisis de las religiones es tal vez sólo crisis de las religiones, no de la espiritualidad. No se hunde el mundo; simplemente cambia. Puede ser una crisis de crecimiento... Hay lugar para la esperanza y el optimismo...".