La autora habla acerca de la profundidad del conocimiento de la Madre de Dios a partir del Concilio Vaticano II. Presenta a María como alguien que participa íntimamente de la condición humana y de su finitud inherente, también es alguien que aparece en la Biblia y su conocimiento es actualizado por las comunidades cristianas y destaca que el Reino de Dios es fundamental para la hermenéutica que orienta la teología mariana en la nueva perspectiva post-conciliar. La autora dice: “Y la inspiración que esta mujer que tuvo en su seno al Verbo hecho carne, puede traer no sólo a la mujer sino a toda la humanidad no es un prototipo estático y aprisionador, sino la presencia de alguien que vivió una manera de ser temporal y humana, que constituye la única vía de acceso a la eternidad y trascendencia del verdadero Dios".