El P. Amando tenía una presencia que transmitía paz y serenidad, era un hombre generoso y muy noble, transparentaba algo de Dios. “El carisma de Amando era el don del consejo. Poseía una capacidad natural para escuchar, un corazón grande para acoger y una risa contagiosa para animar. Su misma figura era bonachona, con la pipa o el puro, colgados de una sonrisa amplia y acogedora. Fue buen amigo y un gran compañero. Le gustaba gastar bromas a sus compañeros y colegas, se metía con todos, en particular con los más serios y graves. Su presencia hacía olvidar tensiones y disgustos con facilidad. Le gustaba que los demás se metieran con él y le hicieran bromas. Las adversidades con dificultad lo despojaban de su buen humor".