El Papa Juan Pablo II publica el 10 de noviembre de 1994, la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente (TMA). Está orientada a preparar el milenio que se avecina con un Jubileo extraordinario de seis años, divididos en dos fases: una remota y otra próxima.
La humanidad deja "a sus espaldas, no un siglo, sino un milenio" (TMA, 33). El año dos mil del nacimiento de Cristo debe ser para la Iglesia una ocasión de conversión y penitencia, un momento histórico para fortalecer la fe, buscar la unidad de los cristianos y el diálogo con las otras religiones. Y no hay que olvidar que en torno a Cristo estamos todos los cristianos de las diferentes Iglesias o Comunidades Cristianas.
Existen dos perspectivas generales que deben estar presentes:
1°. Evaluar nuestra relación de cristianos durante el milenio que termina. Revisarnos ante el Señor y la historia. Hay que ser autocríticos y hacer un examen de conciencia.
2°. Ver cómo llegamos al final del milenio más unidos y nos proyectamos como fuerza unidad en el futuro.
En la última etapa se nos llama a celebrar numerosos actos ecuménicos en Jerusalem, en el Monte Sinaí; también se realizarán viajes a Irak, Egipto, Líbano, Siria y Tierra Santa.
Como dice el Cardenal Roger Etchegaray, el Papa propone el cambio de milenio como "un nuevo paso del Mar Rojo y una Gran Pascua".
Ciertamente que en esta Carta Apostólica hay toda una perspectiva ecuménica y se pretende comprometer a todos los cristianos en la preparación y celebración del Jubileo. Aunque es un Documento corto, tiene diez referencias a la unidad de los cristianos.
La dimensión ecuménica es articulada en tres puntos que son verdaderamente esenciales en la dinámica ecuménica: arrepentimiento, oración y diálogo.
Vamos a reflexionar algunos aspectos que consideramos de especial interés.