Descripción
Hace un par de años, andando con unos amigos por el parque cercano a la Casa Blanca en Washington, vi a unos cuatrocientos metros una pequeña carpa verde en el césped, solitaria. Le pregunta a mi amiga Nancy: -¿Qué es aquello? Ella me contestó:- posiblemente se trata de algunos haciendo huelga de hambre.
La respuesta me impactó. En la soledad de la pequeña carpa verde había algunos deseando llamar la atención por alguna injusticia tal vez. Sin embargo nadie se acercaba, ni siquiera por curiosidad. Sentí que el silencio de ese espacio estaba gritando, pero que la gente no escuchaba nada. Estaba lejos, distraída, quizá pensando en cómo comprar las últimas novedades del mercado o en sus propios problemas y ocupaciones. El muro con los cincuenta mil nombres de los jóvenes caídos en Vietnam estaba también por ahí, exhibiendo los nombres petrificados en un hermoso y fino mármol, como parte de la decoración. Parecía como si toda la pasión de la lucha contra la guerra de Vietnam formara parte ya de una subasta de antigüedades. Eso me hizo recordar lo que acontece hoy en muchas partes de América Latina. ¿Dónde quedó la fuerza de la solidaridad que nos caracterizaba en las décadas pasadas?
La iglesia y los cristianos en general enfrentamos el problema de la insensibilidad y la insolidaridad; antivalores humanos, opuestos al mensaje de Jesucristo. Se trata de un proceso de deshumanización creciente, y no solo de los excluidos, sino de todos y todas. Parece ser que únicamente lo rentable es digno. Conmoverse frente al dolor ajeno no solo no produce ganancias, sino que interfiere de manera negativa en el mundo de la competencia en donde todos se lanzan a ganar. La gracia, la misericordia, lo propiamente humano, están perdiendo terreno en nuestro mundo actual globalizado. Los intereses económicos ocupan la prioridad en "los sacrificios de la vida humana". Los índices de la gracia, misericordia y solidaridad van en descenso, causando grandes pérdidas a la humanidad y el cosmos, sin que nadie, a excepción de algunos pocos, catalogados de idiotas, se percaten.