Descrição
En este año de 1999, víspera del famoso 2000, estamos viviendo un final de siglo, un final de milenio, que han revolucionado espectacularmente a la Humanidad, para mal y para bien; con sus descubrimientos científicos y geográficos; con sus luchas étnicas, religiosas e imperialistas; con sus fundamentalismos, holocaustos, gulags y masacres; con sus "sospechas" y la "muerte de Dios" y "el desencanto del Hombre"; con su capitalismo y su comunismo; también con sus avances en la libertad, en la ciencia, en la comunicación, en la solidaridad...
Se cierra en este año un milenio de cristiandad, con sus cruzadas y su inquisición y sus colonialismos y su poder centralizador; pero también con su legión de mártires y santos y santas de las más variadas condiciones; con su Concilio Vaticano II, con las nuevas teologías contextuales, con una irreversible presencia cada vez mayor del laicado en la Iglesia, y más concretamente de la mujer. Se cierra pidiendo perdón, aunque muy tímidamente, y sin acabar de reconocer que muchos de los grandes pecados eclesiásticos de este milenio fueron de la Iglesia, como institución, y no solamente de "algunos cristianos infieles a su bautismo".
Este final de milenio; —para la Humanidad, para la Iglesia— bien podría ser un asomarse con lucidez y humildad y esperanza a la respectiva historia y atreverse al cambio estructural, a la reforma eclesiástica que nunca se acabó de hacer, a optar verdaderamente por las mayorías empobrecidas y a dialogar con sinceridad incuestionable, sacrificando privilegios, posibilitando la dignidad y la participación de todas las personas y de todos los pueblos. Tarea de la Humanidad si quiere ser verdaderamente humana, tarea de la Iglesia si quiere ser verdaderamente evangélica.