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Existe hoy en día un debate realmente transcendental en nuestras sociedades acerca de si nuestro estilo de vida, y por tanto nuestro modelo de desarrollo, es sostenible a lo largo del tiempo. Esto plantea en realidad dos cuestiones íntimamente vinculadas.
En primer lugar, con nuestro modelo actual, ¿podemos garantizar a las generaciones venideras el mismo nivel de oportunidades del que disfruta la nuestra, o acaso la herencia en recursos ambientales que dejamos a las futuras generaciones es menor que el que la nuestra recibió?
Por otro lado, un modelo será sostenible sólo en la medida que sea universalizable para todos los individuos de una generación dada, puesto que es legítima la aspiración de los demás pueblos a disfrutar del mismo nivel de bienestar que aquellos que están en mejor posición. ¿Es universalizable el modelo de vida de los países industrializados?
Todo ello plantea un problema de doble equidad, equidad intergeneracional y equidad intrageneracional. Muchos elementos nos llevan a pensar que el modelo actual falla en ambos sentidos. Existen claros síntomas de que no podemos continuar con él por mucho tiempo sin poner en serio peligro la supervivencia de las generaciones futuras, y a la vez son tales las desigualdades en el disfrute de los recursos que sería impensable extender a todos los ciudadanos del mundo el estilo de vida occidental.
Ello plantea la necesidad de replantear este estilo de vida. Sobre esto existe bastante consenso, aunque varía enormemente el grado de optimismo con el que se enfrenta el problema desde los parámetros del actual orden económico, entre los que consideran necesario un giro radical y los que creen que introducir ciertas correcciones es suficiente.
Dado lo vasto del tema, el objetivo de este artículo no es más que plantear algunos de las cuestiones suscitadas, especialmente por la llamada de alarma realizada por el informe El Estado del Mundo de 1995, publicado por el World Watch Institute, así como por las informaciones y propuestas de los Informes sobre el Desarrollo Humano 1994 y 1995 del PNÜD. El análisis más optimista y proclive a soluciones de mercado lo representa el Informe sobre el Desarrollo Mundial 1992 del Banco Mundial, dedicado al medio ambiente. El libro Economía y Ecología (AA.VV., Editorial Trotta, Fundación 10 de Mayo Madrid, 1995) hace una serie de reflexiones críticas sobre los vínculos entre ambos ámbitos.