Descripción
Me parece a mí que es claro que vivimos inmersos en ese mundo que no pocos estudiosos llaman un mundo en crisis: la crisis de la civilización postindustrial. Eso de hablar de un mundo en crisis suena a veces un poco a tópico, porque da la impresión de que siempre sentimos la sensación de que estamos en crisis, puesto que nunca acabamos de conformarnos -gracias a Dios- con la realidad dada, ¿verdad? Pero sí que hay motivos para pensar que la crisis en la que estamos inmersos tiene una especial densidad. Nos sume en tantas perplejidades, en tantas contradicciones, en tantas dificultades...
Una crisis, pues, de esta civilización que se ha venido a llamar por muchos, la generada por la segunda revolución industrial, a su vez ella generada por la informática con sus posibilidades ciertamente increíbles de automatización, de robotización, etc., posibilidades que no han sido puestas en marcha del todo, no se ha pisado el acelerador, tal vez porque hoy se intuye con toda claridad que de hacerlo, aquí podría suceder algo más grave, mucho más de lo que está sucediendo.
Y además una sociedad informada por un modelo triunfante de capitalismo neoliberal basado en el crecimiento económico como resorte fundamental para superar todas las contradicciones existentes y que propone el consumo, y el consumo creciente, como clave del bienestar humano.
De forma muy simple, y sin pretender por otra parte falsear yo si diría que tal vez esos rasgos son los que configuran lo que podríamos llamar la lógica del desarrollo imperante. Una lógica -y esto es muy preocupante- que en virtud de la formidable ofensiva ideológica que la acompaña tratando de justificarla, se presenta no sólo como modelo triunfante, sino como la única lógica posible. Tal vez lo más inquietante sea que estamos asistiendo no sólo al triunfo del neocapitalismo liberal -eso es un hecho en este momento, y fundamental, es cierto- sino que hay una ofensiva ideológica que intenta convencernos, -y yo creo que ha convencido a muchos- de que no hay alternativa. Que éste es el único camino posible, hasta el punto de que los que intentan caminar por otros senderos alternativos, o los que intentan ofrecer propuestas de tipo económico alternativo son mirados con una especie de condescendencia y desprecio.