Descripción
El derrumbamiento generalizado de los regímenes políticos de filiación marxista-leninista, magnificado por la orquestación anticomunista de la mayoría de los medios de información, ha provocado en las conciencias el sentimiento de la inviabilidad de una alternativa al sistema capitalista que tenga referencia a Karl Marx, Para muchos es hoy evidente que la figura y el pensamiento del revolucionario de Tréveris han sido superados para siempre. El aparato propagandístico de obediencia al Capital se esfuerza y con éxito por introyectar en las mentes la convicción de que solamente un sistema social y político fundamentado en la economía de mercado goza ya de racionalidad y viabilidad. Karl Marx y todo lo que este nombre significa bien pueden ser arrojados al basurero de la historia. Más aún, surgen de nuevo lo mismo que en los días de Karl Marx legitimaciones de tipo naturalista y religioso del sistema capitalista.
Opino, sin embargo, que un mínimo de ilustración y de sentido crítico exige trascender cualquier generalización y manipulación mental y afrontar con lucidez y frialdad emotiva uno de los acontecimientos más importantes de la época contemporánea: el comunismo que conquista el poder al comienzo del siglo y que lo pierde en sus postrimerías. El hecho de cierto fracaso parece evidente. Pero, ¿quién y qué ha fracasado? ¿Lo han hecho sólo unas concreciones políticas y económicas supuestamente referidas a Marx? ¿O es también Marx el sujeto del fracaso? Si es así, ¿qué es lo que en Marx se ha revelado falso o inviable?
No quiero abarcar en estas líneas el análisis y discernimiento de los marxismos históricos, hayan tenido o no concreción política. Ello excede mi capacidad y los límites de un artículo. No entran, pues en mi consideración ni los marxismos de rostros inhumanos como, por ejemplo, los de Stalin, Polpot o Ceaucescu, ni aquellos de signo humanista como fueron los de Dubcec, Allende o el régimen sandinista. Quiero centrar exclusivamente mi atención en la persona y pensamiento de Marx y contribuir así mínimamente al esclarecimiento de los acontecimientos de los que hemos sido testigos en los últimos tiempos. Al poner mis ojos en Marx doy por supuesto que no siempre es fácil deslindar su pensamiento del de F. Engels. También reconozco que es difícil desconectar a veces a Marx del marxismo histórico, lo mismo que lo es el hablar de Jesús de Nazaret de forma pura al margen del cristianismo. También me interesa precisar que es el llamado joven Marx en el que se centra perfectamente mi atención, es decir, en el Marx humanista, silenciado por el aparato político comunista, en el Marx analista y crítico profundo de la cultura burguesa en su conjunto. Al intentar el discernimiento de la figura y pensamiento de Marx deseo hacerlo desde un punto de vista, no solamente filosófico, sino también religioso y cristiano. Pero desde una forma de entender lo cristiano alejada de cualquier connotación que contribuya al mantenimiento de situaciones de inhumanidad. Tampoco pretendo ocultar que mi crítica viene marcada por la simpatía por la figura y empresa marxianas. Cierta dosis de simpatía es condición de empatía y penetración histórica.