Descripción
Con la experiencia y la visión global de un expresidente de la CLAR, el autor traza un cuadro descriptivo de la vida religiosa en América Latina, señalando sus rasgos desafíos y esperanzas mayores:
Pretender describir algunos de los actuales acentos de la Vida Religiosa en América Latina y el Caribe es, sin duda, una aventura riesgosa. El peligro consiste en hacer afirmaciones demasiados generales o apreciaciones muy relativas.
Quizás podría ayudamos un poco en esta reflexión precisar menor la óptica desde la cual queremos contemplar la Vida Consagrada en el presente histórico: ¿cuáles son las actuales acentuaciones de la Vida Religiosa, que inició su renovación a partir del Concilio Vaticano II, de Medellín y Puebla, de la opción por los pobres y de la teología latinoamericana?
Dentro del sorprendente fenómeno eclesial que se produjo en nuestra América a partir del Vaticano II y de Medellín, uno de sus signos más notorios fue el de la renovación de la Vida Religiosa y el de su incidencia en la misma Iglesia y en la sociedad.
El proceso que las consagradas/os hicieron en estos últimos veinticinco años fue rápido, global y, muchas veces, muy doloroso. Pero los cambios y los frutos también han sido abundantes.
La expresión más clara de las crisis que suscitó este proceso en todas las personas consagradas fue la que padeció la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos/as) en su relación con el CELAM (Concejo Episcopal Latinoamericano) y con la misma Sede Apostólica. La CLAR fue invertida por decisión del Papa Juan Pablo II en febrero de 1991.
De todos modos, en estos últimos tres años la línea de animación de la CLAR continuó apoyando las opciones fundamentales realizadas en años pasados. También es sabido últimamente que han vuelto a entrar en vigencia sus Estatutos.
Podría afirmarse que hoy la Vida Religiosa de América Latina y el Caribe vive, por fortuna, una cierta tranquilidad y paz, después de haber sufrido tantas sospechas, incomprensiones y persecuciones, muchas veces injustas y escandalosas. Pero esta paz podría degenerar, en ocasiones, en simple comodidad, restándole así fuerza profética a la presencia religiosa. En verdad, se percibe una cierta quietud, cansancio, desencanto y hasta alguna involución en muchas personas religiosas y en algunas congregaciones.
Este no es un fenómeno que se da sólo en la Vida Consagrada: existe también en la sociedad y en la misma Iglesia. Por tedas partes se experimenta el desaliento, parecería que van muriendo progresivamente utopías y esperanzas, y caen a pedazos categorías de interpretación de la realidad, creciendo así el individualismo, como criterio sobrevivencia personal.