Descripción
Una sugerente tesis: la opción por los pobres no se puede demostrar con el evangelio, porque el evangelio, necesariamente, lo interpretamos desde una actitud previa, desde una opción vital, lugar donde se instala precisamente la OP. Es importante ser consciente de ese círculo hermenéutico.
Voy a empezar con la siguiente reflexión: se usa tanto el Evangelio como discernimiento que parece haberse olvidado el problema hermenéutico, es decir, el problema de la interpretación del Evangelio, interpretación que supone un discernimiento previo. ¿Por qué?
El Evangelio es letra, no sólo espíritu, y ya sabemos por San Pablo que la letra mata y que sólo el espíritu vivifica. Tal vez no reflexionemos suficientemente en que el Evangelio puede matar por ser letra, además de espíritu. Esa letra supone un problema hermenéutico que, al menos en América Latina, no es un problema de laboratorio: en América Latina mueren literalmente millones de personas porque durante cinco siglos se ha leído el Evangelio de una determinada manera. El problema hermenéutico de que estamos hablando aquí no es, pues, algo meramente especulativo. En ese continente, el gran continente católico de la actualidad, se lee el Evangelio de una manera que mata no sólo al cristiano que lo lee, sino a personas reales que mueren porque otros han interpretado el Evangelio de una determinada manera. Es, por tanto, un problema muy hondo, no una distracción. Se puede leer el Evangelio sin relación alguna con el hecho de liberar a los pobres de su pobreza, y por eso se ha leído tanto tiempo sin que los pobres hayan experimentado cambio alguno en su situación.
Esto no es nuevo, ni es propio tan sólo de América Latina. El problema de la interpretación, y de lo que viene antes de la interpretación para que podamos interpretar bien, aconteció ya en el pasado y nada menos que con Jesús de Nazaret. Existe la tremenda paradoja de que los que se sabían al dedillo la palabra de Dios en tiempos de Jesús, con afán de estudiosos y métodos de interpretación, pasaron a su lado sin reconocer en él la presencia y la revelación de Dios. ¿No podrá suceder eso mismo hoy? ¿Estamos seguros de que, si Jesús apareciera hoy, serviría el Evangelio, tal como lo leemos e interpretamos, para reconocerlo? La letra, desgraciadamente, sigue siendo letra, y esa letra puede matar.