Los motivos para ayudar a los países pobres han sido diversos: algunas veces han sido producto del idealismo, la generosidad y la solidaridad internacional, otras de intereses políticos, ideológicos y comerciales. No es sorprendente que la variedad de motivos y objetivos haya producido muchos resultados insatisfactorios y que haya incluso provocado bastante desencanto tanto en los donantes como en los receptores. Algunos críticos llegan a decir que se debería acabar con la ayuda. Más bien creemos que la crítica debe llevar a la mejora, no a la desesperación. Habría que decir que la ayuda es una necesidad para la sobrevivencia de todos y que no se trata tanto de ayuda como de establecer relaciones justas y simétricas. Veamos algunos casos.