Descripción
Es hoy muy frecuente identificar el desmoronamiento del bloque soviético con el agotamiento de alternativas para los movimientos de liberación en el llamado "Tercer Mundo". El objetivo de estas páginas es mostrar que, desde el punto de vista teórico, esta identificación es falsa y que, desde el punto de vista práctico, las tareas que aguardan a los movimientos de liberación, lejos de haberse reducido, se han agravado y han adquirido una dimensión más universal y acuciante. Naturalmente, las consideraciones que se harán aquí son enormemente provisionales, y necesitarán ser ulteriormente ampliadas y profundizadas.
No se trata aquí de restaurar vías muertas o callejones sin salida, sino más bien partir de la realidad social, económica y política del mundo actual para pensar, desde ella, alternativas viables. Por eso conviene no llamarse a engaño sobre la situación actual. Si se exceptúan realidades como las de Cuba, Vietnam o China, el socialismo real ha desaparecido del planeta. Los casos de Cuba y Vietnam, todo lo heroicos que se quiera y sin ocultar sus logros, no presentan proyectos que de hecho y no en la teoría sean suficientemente atractivos para los pueblos que aspiran a salir de la pobreza. China más bien parece empeñada en una transición gradual al capitalismo, y de ningún modo en exportar un modelo socialista al Tercer Mundo.
De aquí no se pude deducir, como opinan tantos cantores del llamado neoliberalismo, una bondad incuestionable del sistema capitalista. El supuesto triunfo de este sistema no ha consistido en que haya desaparecido alguna de las lacras que se le han achacado secularmente (como es la miseria humana y el desastre ecológico que deja a su paso), sino simplemente en que el bloque concurrente se ha hundido. A no sé qué ser identifique hegelianamente la realidad histórica con el bien moral, no cabe duda que este éxito económico del sistema capitalista (la desaparición de la competencia del bloque socialista) no significa sin más que el sistema capitalista constituya un sistema justo y aceptable sin reparos.
Tampoco significa que este sistema no sea transformable en el futuro. La tesis de que la historia ha terminado es casi tan antigua como la historia imperial de Occidente. Ya los ideólogos del Imperio Romano proclamaban el final del devenir histórico, pues con el triunfo de Roma todos los pueblos se habrían unificado, alcanzando la organización social más perfecta. Evidentemente, tales afirmaciones no sólo denotaban una falta de imaginación, sino también una voluntad de legitimar la dominación entonces establecida declarándola como inamovible. En realidad, la historia, como dinamismo de apropiación de posibilidades, solamente se terminará con el fin de la especie humana. Si la organización social actual del planeta es éticamente perfecta o no, es algo que habrá que considerar más detenidamente en las siguientes páginas.