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El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica utiliza setenta veces la palabra “pobres”. Si tenemos en cuenta que se trata de un grueso volumen, que abarca 2865 números, en más de 600 páginas, comprenderemos sin dificultad que los pobres no ocupan un lugar central y de primera importancia en el Catecismo. Más aún a lo largo de este trabajo vamos a poder comprobar hasta qué punto los pobres ocupan un lugar secundario en la vida de la Iglesia y en los compromisos y exigencias de los creyentes.
Pero no precipitemos las conclusiones. Para proceder con orden, vamos a ver, en primer lugar, lo que el Catecismo dice acerca de los pobres. En segundo lugar, veremos qué entiende por “pobres”. Luego analizaremos los significativos silencios del Catecismo sobre los pobres; el problema de las diferencias sociales y su relación con la voluntad de Dios; y por último, estudiaremos la solución o las soluciones que el Catecismo ofrece al problema de los pobres.
Pero antes de analizar estas cuestiones, quiero hacer una observación que considero importante. De las setenta veces que aparece la palabra “pobres” en el Catecismo, 35 veces es en la parte tercera, dedicada a la moral. Mientras que en la primera parte, que estudia el dogma, sólo se habla de los pobres 23 veces. Es decir, el tema de los pobres es una cuestión que afecta más a la moral que al dogma. Seguimos, pues, anclados en los viejos presupuestos, según los cuales el asunto de los pobres y de la pobreza es un problema de moral, pero no, antes que eso, una cuestión que determina radicalmente nuestra manera de entender y de captar la revelación de Dios, el misterio de Cristo, la naturaleza de la Iglesia y, en general, el conjunto de la dogmática. O sea, en el fondo, los pobres siguen en buena medida, ausentes de la teología. Y sólo se les acepta como un apartado dentro de la moral. Esto determina de manera decisiva, como veremos más adelante, la presencia de los pobres en el Catecismo.