Descrição
La Iglesia del futuro que yo entreveo, podría ser así: El estamento clerical desaparece, se forman comunidades por doquier, finalmente son presbíteros hombres y mujeres célibes, hombres y mujeres casados. Así aparecerá ante el mundo la Iglesia como sacramento universal de salvación, que hoy no aparece.
El pueblo de Dios será todo él corresponsable, incluso en las decisiones más importantes que convenga tomar.
La Jerarquía se hará pequeña, servidora, sierva, humilde, toda ella al servicio de la fraternidad y desaparecerán del horizonte todos los títulos y honores mundanos con los que hoy se rodea. Las diócesis serán más pequeñas, más humanas, donde las relaciones fraternales resplandezcan, pues hoy, lamentablemente, no existen. Ya no habrá el «clero», habrá hermanos de todos los estados ejerciendo el ministerio presbiteral.
La comunidad, las comunidades cristianas y los cristianos se meterán en el mundo que el Señor quiere salvar, como un fermento, como una fuerza que llega de lo alto y, en la vida pública, darán todos testimonios del Señor Jesús resucitado, Cabeza de la Iglesia, gobernada por el Espíritu del Señor.
La actual praxis de vida ritualista, sacramentalista, rutinaria, sociológica, se acabará y habrá celebraciones de la fe y de la vida reales, participativas, en las que el Reino de Dios se exprese. Serán verdaderas celebraciones de la fe, comprometidas con la fe y la evangelización del mundo.
Las iglesias serán lugares de reunión de todas las pequeñas comunidades que proliferarán en todo el mundo. No se cobrará por el culto, porque todos verán como un escándalo cobrar dinero por la celebración de la Eucaristía, por la memoria de Cristo crucificado y resucitado. El tono de las celebraciones será verdaderamente festivo y muy alegre, como conviene a quien de verdad cree en Jesús resucitado.
Ya no habrá el centralismo que hoy vemos en Roma, en el Vaticano. Desaparecerá toda la pompa mundana que hoy rodea al que es Vicario de Cristo y todo será más sencillo, más evangélico, más verdadero. Que se acabarán los títulos mundanos del Papa, es algo evidente. Hoy es casi imposible acabar con la actual máquina de la Curia, con este centralismo romano y con esta prepotencia que no corresponde al proyecto de Jesús sobre la Iglesia. Sólo Jesús es el Soberano, el Señor, el Mesías, los demás somos siervos, servidores, pequeños, hijos todos del Padre Todopoderoso y Eterno. Todos guiados por el Espíritu del Señor.
Los funerales se convertirían en días de esperanza y en el deseo de compartir la alegre y clara resurrección del Señor. No habrá ya ambiente de luto, sino que la muerte de un hermano se convertirá en fiesta, en la celebración de la resurrección de Jesús, que nos ha precedido en el triunfo, en la victoria sobre la muerte.
La Iglesia del futuro, desclaricalizada y hecha toda ella pueblo de Dios, será verdaderamente capaz de evangelizar. La Iglesia del futuro será toda ella misionera y se acabarán las divisiones entre los bautizados de las actuales confesiones que, vergonzosamente, duran ya hace siglos.
La unidad de todos los cristianos en Cristo el Señor, favorecerá la conversión del mundo y la compenetración y transformación del mundo, que poco a poco se convertirá en el reino de Dios.
Actualmente estamos atascados sin saberlo, y el cristianismo pierde vigor en un mundo secularizado (no secularista), que espera tener un alma, el espíritu del genuino cristianismo, que es luz del mundo y sal de la tierra. Como estamos hoy, la Iglesia no es comunidad y así no puede iluminar el mundo ni salar la tierra.