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El voto de pobreza es constitutivo de la Vida Religiosa. Pero la Vida Religiosa no es una invención cristiana. Seis siglos antes de Cristo ya existía entre los pitagóricos griegos. Budistas, vedas e hindúes, lamaístas y esenios, ya vivían en comunidades consagradas mucho antes que Jesús naciera en Nazaret. No se puede vivir en comunidades si no es mediante la comunión de los bienes. Esto vale tanto para los religiosos como para los hombres y las mujeres que se unen en matrimonio. En el matrimonio lo que es de uno es del otro. En la comunidad religiosa, lo que es de uno es de todos. Por más que la Iglesia católica, en cuanto institución, tenga una cabeza neoliberal, en sus seminarios y conventos predomina el régimen socialista. Alimento, espacios, libros, equipos, aparatos electrodomésticos, vehículos y hasta el dinero son compartidos entre todos. Pero, tales cosas no serían posibles si no hubiera en cada miembro de la comunidad una disposición de pobreza.
El 8 de septiembre de 1993, fiesta de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, los obispos de ese país han divulgado un documento muy crítico contra el régimen liderado por Fidel Castro. Denuncian la creciente migración de cubanos hacia el exterior. Los obispos no ignoran que la causa principal es la dificultad económica fruto del bloqueo comercial impuesto por el gobierno de Estados Unidos y la desaparición del socialismo en el Este europeo, que tanto favorecía a la economía de Cuba. Lo que el documento no registra es que el éxodo hacia los países desarrollados es un fenómeno mundial. Cerca de 10% de la población de Estados Unidos es de latinoamericanos. Son 23 millones y dentro de diez años serán 43. La razón es la misma por la que se explica que la mayoría de los candidatos al sacerdocio que ingresaron en el seminario de la Habana en los últimos 15 años no han llegado a la ordenación: no es fácil soportar la pobreza y vivir la comunión de bienes. El capitalismo resuena fuertemente en lo que tenemos de más perverso: el egoísmo. A través de los medios de comunicación, transidos de consumismo, el capitalismo despierta en nosotros ambiciones, apegos, deseos e ilusiones que inducen a buscar seguridades personales y confort. Es verdad que muchos se van de los países de América Latina debido a la creciente miseria. No es el caso de Cuba, pero las dificultades económicas y la influencia de la programada “American way of life” vuelven insoportable la vida en la Isla para aquellos que ponen sus ambiciones personales por encima de los intereses colectivos.