Descrição
Hermanos obispos, misioneras y misioneros reunidos en el IV ENCUENTRO NACIONAL DE PASTORAL INDIGENA: Les saludamos en nombre de nuestros pueblos Emberá, Buglé, Waunan, Kuna y Ngöbe.
Nosotros somos los indígenas cristianos que trabajan junto con ustedes tratando de hacer vida la Buena Noticia de Cristo en nuestros pueblos.
Hemos recibido su mensaje y lo haremos llegar a nuestras comunidades.
Les agradecemos por la solidaridad con nuestro dolor y por el acompañamiento fraterno en la larga espera de la resurrección que tarda en llegar para todos nuestros pueblos. Nosotros, como miembros vivos de pueblos mutilados por 500 años, sentimos el peso doloroso e inhumano de esta historia. Les pedimos paciencia, y que no nos tomen por resentidos cuando gritamos recordándola. La historia de los hermanos no-indígenas está escrita, y tal vez pocos la leen; pero las nuestras las llevamos en nuestros corazones, en nuestras memorias, en nuestras dolorosas cicatrices; y así nos las pasan nuestros sailagan, nuestros sukias, nuestros nokoes; y son parte de nuestra vida, herramienta de nuestra resistencia para seguir viviendo. Y decimos que esa historia no ha pasado, que los atropellos de ayer se hacen cada vez más agresivos hoy. Nos robaron toda Abia Yala y nos dejaron mendigando tierras, y cuando nos demarcan legalmente un poco de tierra, sienten como si nos hicieran un gran regalo. Pero, esa historia no nos doblega: Nos da mayor resistencia y nos anima a esperar a pesar de tanta muerte.
Hermanos obispos, misioneras y misioneros, ustedes trabajan en un campo muy delicado. Un descuido, por más insignificante que sea, puede ser fatal para nuestras comunidades: En vez de vida pueden estar sembrando muerte, en vez de buena noticia pueden estar regando nuevas desgracias, en vez de liberación pueden estar abriendo nuevos canales para nuestro sometimiento y marginación. Nosotros, indígenas cristianos, afirmamos que la fe no nos la trajo el cristianismo y afirmamos con nuestros sailagan, sukias, nokoes, que antes de que llegara el primer misionero a nuestras tierras, ya nuestros pueblos habían recibido la revelación de Ankor, Paba-Nana, Ewandan, Schubé, de Ngöbö. El Dios Padre y Madre guió a nuestros pueblos por el camino de liberación suscitando hombres llenos de pueblo y llenos de su espíritu. Y es esa la fe que nos hace fuertes, la que nos impulsa detrás de la vida, a pesar de tantas muertes. Si creemos en un solo Dios, papá de todos, que ama a todos sin excepción, esa revelación que recibieron nuestros pueblos tiene que ser tomada como una verdadera revelación del único Dios, porque de lo contrario Dios no sería papá, nos dicen nuestras ancianas y nuestros ancianos.