La cuestión del “sacerdocio de la mujer” se está convirtiendo, también en la Iglesia Católica, en un problema teológico inquietante. Inquieta, sobre todo, a determinados teólogos varones y al magisterio eclesiástico que, al carecer de argumentos para negar el sacerdocio a la mujer, recurren a la autoridad formal o a consideraciones espiritualistas de poca monta teológica.
Como no quiero caer en las trampas -no dudo que bienintencionadas, pero saduceas en el fondo- que nos tienden a las mujeres cristianas ciertos teólogos, he de empezar por definir lo que yo considero el marco u horizonte correcto en que debe plantearse el sacerdocio de la mujer. Y ello en cuatro ámbitos: el antropológico, el cristológico, el eclesiológico y el feminista.