Descrição
La guerra sin cuartel entre Iraq e Irán nos han familiarizado con la expresión "locos por Dios". Fanáticos y suicidas en sus proezas, estos militantes fundamentalistas creen vivir incondicionalmente el Islam, o una cierta modalidad del Islam. No son ciertamente los primeros "locos por Dios" que ha conocido el Próximo Oriente. Todavía hoy muchas de aquellas Iglesias veneran y celebran sus propios "locos por Dios". En Egipto, la Iglesia de Alejandría da culto a San Marcos el Loco (S.VI); en Siria, la ciudad de Homs venera a Simeón el Loco (S.VI); e incluso la gran Iglesia de Constantinopla canta las glorias de su gran Loco, San Andrés Salos (S.IX). Con el paso de los siglos esta contagiosa locura por Cristo se extiende hacia el norte y llega a ser una de las notas características de la santidad rusa. Esta loca manera de seguir a Cristo parecería no tener más que un vínculo muy tenue con la espiritualidad ignaciana, que siempre se manifiesta equilibrada por la "discreta caridad", fruto de largos procesos de discernimiento y cuidadosa deliberación. Pero aun así, en el centro de los Ejercicios, surge como un grito: "quiero y elijo… desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo” (EE 167) Primeros pasos en la locura por Cristo.
A primera vista esta locura de amor por Cristo no constituye más que un episodio pasajero en el proceso de maduración espiritual de San Ignacio. Así, por ejemplo, todo es locura en su peregrinación de Venecia a Génova. Reparte todo el dinero que lleva: "y así acabó todo lo que traía" (Autobiog. 50). Después trata de seguir por el camino que sabía ser el más peligroso. Los soldados españoles se lo desaconsejan, "más él no tomó su consejo" (Ibid.51). Y le tomaron por loco o espía. Llevado ante el capitán, le habló desconsideradamente, en forma familiar, usando la segunda persona en lugar de otra expresión más respetuosa y cortés (Ibid.52). Lógicamente, el capitán lo tuvo por loco. "Este hombre no tiene seso" (Ibid.53). Toda esta manera de comportarse, como si estuviera loco, estaba en último término inspirada "por su devoción" (Ibid.52) a Cristo humillado y conducido preso.
Pero este comportamiento de loco por parte de Ignacio, que encaja bien en la tradición espiritual de "los locos por Cristo", no es ciertamente una locura pasajera. La Autobiografía o Relato del Peregrino muestra claramente cómo esa locura es una consecuencia inevitable de los Ejercicios Espirituales. A su vuelta de Flandes, Ignacio se dedica intensamente a conversar espiritualmente con los estudiantes. Rápidamente se extiende por París el infundio de que aquel "seductor de estudiantes" tenía la culpa de que un tal Amador se hubiera vuelto loco (Autobiog. 78). Pero ¿en qué consistía aquella locura, consecuencia de los Ejercicios Espirituales? Amador había dado todo lo que tenía a los pobres, incluso sus libros, pedía limosna, y se alojaba en el Hospital Saint Jacques (Ibid.77). Algunos estudiantes entran "a mano armada" en el Hospital y ponen fin a la estancia de Amador que vivía allí entre los miserables de París (Ibid. 77).