Descripción
Una primera impresión ante el texto y la práctica de los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio (EE) nos llevaría a la conclusión de que se dirigen prioritariamente a los sectores no populares de la sociedad y de la Iglesia, y que tanto su contenido como su estructura responden a una espiritualidad, cultivada y casi elitista.
Esta impresión podría corroborarse con la Anotación 18 (EE. 18), donde se habla de acomodaciones de los EE a personas rudas y sin letras, lo cual presupondría que los EE requieren personas con ingenio y letras. Las mismas "Reglas para sentir con la Iglesia" (EE.352 - 370), aunque evidentemente tratan de temas de religiosidad popular, tienen más bien una orientación apologética antierasmista y ántiprotestante, más que directamente popular.
Sin embargo, cabe preguntarse si estos datos, por ciertos que sean, agotan el tema de la relación entre los EE y "lo popular", y más concretamente entre los EE y la religiosidad popular.
El hecho de que Ignacio, al redactar el núcleo básico de los EE fuera un simple laico, sin especial preparación cultural o teológica, ya nos puede indicar que su trasfondo religioso no puede ser muy diverso del popular.
La afirmación de Jerónimo Nadal de que Ignacio era populariter christianus, un "cristiano popular", nos ofrece pistas para nuestro tema.
La Autobiografía nos relata abundantes rasgos de la religiosidad popular de Ignacio: la confesión con su compañero de armas antes de la batalla de Pamplona, su devoción sencilla a San Pedro y sobre todo a Nuestra Señora, que le llevará a gastar parte del dinero cobrado del duque de Nájera en restaurar una imagen de María "que estaba mal concertada", el deseo de imitar las proezas de santidad de Francisco y Domingo, la peregrinación a Jerusalén como objetivo primario de su nueva vida, la vigilia en Aránzazu y la vela de armas en Montserrat, su vestido de peregrino con el bordón y la calabacita, su devoción en Tierra Santa y sus deseos de ver las huellas de la ascensión en el monte Olivete, su propósito de permanecer para siempre en los Santos Lugares... Todos estos rasgos y otros que pudieran añadirse, son signos inequívocos de la religiosidad popular de la época, que, como han notado los historiadores ignacianos, tienen connotaciones franciscanas.