Descripción
Los Ejercicios son una metodología, son un camino de presentación del Evangelio destacando ciertos dinamismos, haciendo énfasis en aspectos concretos o puntuales. Por tanto su eficacia
-cuando la tiene- dice relación a la fuerza del mismo Evangelio. El problema, por tanto, es ¿por qué no somos mejores cristianos? El problema es por qué si el mensaje de la justicia se desprende de la fe (Rom 9,30), no se presenta a los Ejercicios -por lo menos hasta ahora- sobre todo como un instrumento para obrar la justicia.
Los Ejercicios son una escuela de oración, con una metodología muy elaborada en base a: puntos, modos de orar, examen y discernimiento. Una oración que debería estar orientada toda ella a la vida, a la tarea por realizar dentro del marco del Reino, desde la perspectiva del pedir incesantemente "ser puestos" con el Hijo que carga su cruz. Los Ejercicios nos pueden hacer caminar hasta descubrir cuál es la estrategia de la vida cristiana: la activa pasividad; dejarse llevar, pedir ser puestos con Jesús. En esta táctica estaría el éxito de unos Ejercicios. Pero ¿es que ciertamente escuchamos esas exigencias en el texto ignaciano o nos contentamos con dulcificaciones o traducciones sin mordiente? ¿Cómo hemos aguado el texto? De ahí que una de las preocupaciones de este trabajo sea resaltar, precisamente, todo el mordiente de justicia que los Ejercicios entrañan.
Hacer Ejercicios es emprender un peregrinaje en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la senda para lograr una libertad interior que me haga disponible como primer paso, para luego convertirme en un apasionado por el Reino y por el seguimiento de Jesús. Esta disponibilidad sería una condición del buen término de los Ejercicios espirituales. ¿Con cuánta disposición de ser cuestionados, entramos a Ejercicios? ¿Con cuánta preocupación inicial por el sufrimiento del mundo, por la injusticia, me pongo frente a Dios? En general, como su mismo nombre lo sugiere, los Ejercicios hacen alusión a un entrenamiento parecido al que se le puede dar al cuerpo. Así lo define San Ignacio al comienzo (EE. 1). Es un entrenamiento que pretende invertir la afirmación “como me comporto en la vida me comporto en la oración", para dar paso, al final de la larga preparación al siguiente postulado: "como me comporte en la oración me podré comportar en la vida”.