Descripción
Uno de los grandes méritos de la teología de la liberación es el haber afirmado taxativamente que la raíz de toda teología es la espiritualidad. Sin verdadera espiritualidad no hay teología. Las diferentes teologías nacen de diferentes espiritualidades, de diferentes experiencias del misterio de Dios y de Cristo, a lo largo de la historia. Ordinariamente, a una experiencia espiritual, a un encuentro con el Señor, seguirá una reflexión teológica. Así, a la experiencia salvífica del pueblo de Israel en Egipto corresponde no sólo al Éxodo, sino todo el Antiguo Testamento; de la experiencia de Jesús de Nazaret nacerá todo el Nuevo Testamento. Detrás de la teología patrística se halla la experiencia de la Iglesia misterio de comunión, típica de los primeros siglos. Lo mismo se puede decir de las grandes síntesis teológicas medievales, modernas y contemporáneas.
Esta constatación se verifica también en la teología de la liberación. Frente a quienes sólo ven en dicha teología peligrosas ideologías, los teólogos de la liberación han afirmado que su origen es profundamente espiritual, que su metodología es la espiritualidad, y han mostrado desde sus comienzos un gran interés por la espiritualidad.
¿Cómo caracterizar esta espiritualidad? Es difícil formularlo en pocas palabras, pero es una espiritualidad mezcla de conversión al pobre y de solidaridad con él, de eficacia y gratitud, de alegría en medio del sufrimiento, de infancia espiritual y de pobreza real, de comunidad y al mismo tiempo de soledad. Es “ser libres para amar”. 0 formulado con otras palabras: se experimenta la realidad del mundo como pecaminosa, se experimenta la oración como el clamor a Dios desde el abismo, se experimenta a Dios como el Dios de la vida, se experimenta la verdad del camino escogido por Jesús, se experimenta que el sufrimiento, aun el injusto, no es absurdo, se experimenta que en todo paso de la muerte a la vida está el Señor Resucitado presente, se experimenta a la Iglesia como comunidad, se experimenta la esperanza del triunfo aun contra toda esperanza, se experimenta el don de la gratuidad.