Descripción
La utopía de Pedro Arrupe era clara, simple, nítida: la renovación de la Compañía de Jesús para que pudiera servir al mundo moderno con el vigor, coraje, generosidad e idealismo del Ignacio y sus primeros compañeros. Creía profundamente en el carisma ignaciano y soñaba con lo que éste podía realizar en el mundo actual si los jesuitas hoy pudieran reapropiárselo y re expresarlo en términos de la realidad actual. Su mirada se dirigía a la Iglesia y al mundo; la Compañía de Jesús era sólo un instrumento, un regalo que Dios, en su amorosa providencia, había dado a la Iglesia en Ignacio, y que él podía renovar en nuestra época.
No se podía escuchar durante mucho tiempo a Pedro Arrupe, ni leer sus escritos, sin verse sorprendido por el número de veces que habla de "hoy", se proyecta hacia "mañana", acepta el reto de los "nuevos tiempos" a los que nuestro mundo y nuestra civilización han llegado, habla de interpretar "los signos de los tiempos", reflexiona sobre la "crisis de nuestra sociedad", pero sin miedo, porque para él crisis significaba nuevas posibilidades de servicio.
Sus palabras rebosan serenidad, pero también desafío y urgencia. Los nuevos tiempos necesitan una nueva evangelización. Y, sin embargo, se puede afrontar el mundo en crisis con confianza, porque los signos de los tiempos son también las semillas de la palabra de Dios dirigida nueva a esta generación, y una palabra cargada ya de fruto.