Descripción
Con ocasión de los 500 años de la primera evangelización de América Latina, el Papa Juan Pablo II ha lanzado la consigna de una nueva evangelización, nueva en su ardor, nueva en su método, nueva en su expresión.
A medida que pasa el tiempo, surgen interrogantes sobre el significado de esta nueva evangelización y aparecen diversas interpretaciones de esta tarea.
¿En qué consiste esta nueva evangelización?, ¿en qué se debe diferenciar de la primera evangelización?, ¿qué es evangelizar? He aquí algunas cuestiones que, sin ánimo de exhaustividad intentaremos clarificar en estas páginas.
¿Qué es evangelizar?
Basándonos en la carta magna de Pablo VI sobre la evangelización (la exhortación Evangelii nuntiandi EN), señalemos los rasgos más importantes de la evangelización.
Evangelizar es la misión y la razón esencial de la Iglesia, constituye su identidad más profunda (EN 14). La Iglesia no debe replegarse hacia sí misma, sino abrirse para evangelizar, puesto que existe para evangelizar. Es como la luz y la sal, que pierden sentido si no iluminan y sazonan.
Pero ¿en qué consiste evangelizar?, ¿es simplemente enseñar el catecismo, predicar, celebrar la liturgia? Si buscamos en los evangelios qué es evangelizar, nos encontraremos que para Jesús, evangelizar es anunciar la Buena Nueva de la cercanía del Reino de Dios (Mc 1, 15). Evangelizar es, pues, ante todo, anunciar que el Reino de Dios está cerca, que comienza a realizarse ya en nuestra historia.
Pero podemos, de nuevo, preguntarnos, ¿qué es el Reino de Dios? Más que intentar definir de forma genérica y abstracta la esencia del Reino de Dios, cosa por lo demás imposible, pues el Reino de Dios es un misterio, veamos como Jesús realiza el Reino. Jesús no sólo anuncia el Reino de Dios, sino que cura endemoniados, sana enfermos, se compadece de los que sufren, pasa por el mundo haciendo el bien. Todo esto son señales de que el Reino de Dios ha llegado. El Reino de Dios es la liberación de las necesidades y males concretos de la humanidad (enfermedades, hambre, posesión, pecados), es una gran Utopía, la liberación de los males que nos afligen y la satisfacción de las aspiraciones más profundas de la humanidad, es la plenitud de vida, cuya realización plena sólo se dará el último día, cuando el Señor lo renueve y transforme todo.