Descripción
Dentro del tema de esta tarde: "El Acompañamiento y sus claves", se me ha pedido que trate específicamente el aspecto de acompañar para discernir, brindando algunos principios sicológicos en conjunción con la experiencia del espíritu. Para ello comenzaré hablando sobre lo que parecen deben ser los objetivos de un acompañamiento espiritual, seguidamente diremos algo sobre el método, luego pasaremos a establecer el carácter respetuoso pero retante de su actividad, y se pondrá relevancia en marcar los signos de conversión para poder establecer la calidad del acompañamiento. También hablaremos brevemente de fenómenos típicos en donde el acompañante se ve implicado, casi sin quererlo, con algo de terapia sicológica. Todo ello nos abocará finalmente a delinear el perfil del acompañante espiritual. Esto ya nos da el objeto formal de la presentación: se habla desde la experiencia de ser acompañante. Este será el enfoque.
Hablo hoy "con temor y temblor" no sólo por el foro que nos rodea, sino porque lo hago como un "aficionado". No he sido formado para ser acompañante. Vengo a compartir como testigo de los milagros actuales y patentes que hace el Señor con amigos y compañeros, a quienes quema con la locura de seguirlo y defenderlo. Es eso lo que me impulsa a hablar. El sentimiento preponderante que me embarga es el de ser, como diría Ignacio "puro impedimento". Cito ahora unas palabras suyas que sirvan de encuadre existencial a esta comunicación: "Yo para mí me persuado, que antes y después soy todo impedimento; y de esto siento mayor contentamiento y gozo espiritual en el Señor Nuestro, por no poder atribuir a mí cosa alguna que buena parezca” (Epp. 1, 339-342).
Cabe señalar que la óptica de todo este compartir es prejuiciada. Se comparte desde un continente muy concreto y con una problemática sumamente dolorosa y progresivamente grave. El reto de la fe que se haga justicia quiere estar implicado en cada detalle. Ser acompañante honesto en nuestras latitudes -que es lo que conozco- no puede hacerse con impunidad frente a las demandas del mundo empobrecido y sumido en el endeudamiento económico. No se puede prescindir de las represiones políticas que esa deuda exige para poder sobrellevar las altísimas tasas de explotación económica y social. Ser acompañante no es únicamente una “vocación” sino una responsabilidad histórica por la que somos juzgados por los desheredados de la tierra.